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VALORES MORALES Y LA CONDICION HUMANA - por Graciela Rubini

La compleja y riquísima condición humana nos lleva a la reflexión más de una vez. Actitudes que no comprendemos, algunas que no aceptamos y otras que rechazamos de plano marcan una tendencia a agruparnos según patrones de conducta más o menos similares. Si no nos gusta la mentira, si no solemos mentir, toleraremos al mentiroso hasta cierto punto, no le creeremos casi nunca y seguramente no estará entre nuestros amigos. Y así sucesivamente con todos nuestros valores morales y espirituales que como espejo reflejarán la conducta del otro para acercarnos o alejarnos.
Los valores morales y éticos no se adquieren en los negocios; forman parte de la educación que se nos imparte desde el hogar a muy temprana edad; la que prosigue con la escolar y seguramente de jóvenes y adultos maestros y mentores operarán como modelos a imitar. El ejemplo de padres, mayores y gobernantes debería acompañar este lento pero insoslayable cultivo moral de nuestros niños. Paralelamente a esto y, fundamentalmente, en los últimos 50 años, los medios de comunicación, actúan como poderosos influyentes, no siempre bien administrados, tolerados y mucho menos controlados. Aquí viene a cuento aquello de “el ejemplo debe venir de arriba”. Será muy difícil inculcar con palabras el no robarás, el sentido de la honestidad, si el niño ve que su padre 'trae' cosas de su trabajo, que sustrae inadvertidamente algo de un negocio o no devuelve el bien prestado. No sabrá lo que significa hablar con verdad y respetar la palabra dada si se le miente a menudo, no se le cumple lo que se le promete o ve a sus mayores hacerlo.
Nuestra historia fundacional como país abunda en biografías de hombres y mujeres que fueron fieles, hasta el dolor, el destierro y la muerte, a sus ideales, a sus convicciones y principalmente, fieles a los valores morales y éticos con que fueron educados. El maná con que fueron alimentados desde pequeños.
La crisis de valores, permanentemente aludida, es cierta y real y es una crisis de adultos. Los adultos se han visto enfrentados al atropello voraz de los disvalores, se han cuestionado por eso mismo, los conceptos con los que fueron educados. Paralelamente, hay generaciones que no los tienen por lo que no pueden enseñarlos a su descendencia. Es una espiral descendente y peligrosa. Preocupante. Qué será de las generaciones venideras? Cuál será su futuro fundamente? En qué basarán su devenir? Creo que el desafío es hoy y ahora para los que aún creemos que vale la pena decir la verdad que mentir, cumplir que a engañar, actuar que a hablar, comprometerse a resguardarse y criticar, confiar que a desconfiar, creer que a dudar. El coraje de vivir y de vivir bien pasa, para esta humilde escritora, por no tener ni poner precio a nada. Sólo me llevaré de este mundo la mujer que haya logrado crear y mi trascendencia estará asegurada si supe dejar estela, hacer camino, sembrar y sembrar. Cada uno de nosotros se multiplica en otros, hijos, discípulos, gobernados, es perentorio que comencemos la tarea de rescatar de entre tanta mugre, los valores morales, éticos y espirituales que nos merecemos como seres vivientes que están por encima de la escala animal y como hijos de Dios, sea cual fuere el nombre con que lo invocamos.

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