El hombre crea las leyes, las reglas, los códigos como una forma de ordenar el caos, de establecer una norma a cumplir a fin de una convivencia armoniosa y reglada. He ahí el comienzo de la civilización, lo que nos convierte en ciudadanos observadores de las leyes que nuestros representantes crean dentro de un gobierno que el pueblo eligió dentro de la democracia.
¿Cuántos de nosotros conoce las leyes y reglas bajo las que supone, vivimos?
¿Cuántos del habitante común conoce cabalmente sus derechos y obligaciones?
¿Qué pasa cuando estas leyes no se cumplen?
Se retorna al caos, al descontento y la fricción. Por mucho menos que lo enunciado se han sucedido crueles guerras a lo largo de la historia de la humanidad cuando las leyes creadas para el orden no se cumplen, se obvian o llanamente se violan se establece un desfasaje entre derecho y obligación, un abismo muchas veces insalvable.
Por estos tiempos mundiales, porque ni siquiera es un problema nacional o local; lo que no menoscaba el pensamiento, el desconocimiento o violación de las leyes pasa por la conveniencia política, por la conveniencia personal o por pura desidia.
¿A dónde nos encaminamos? ¿Hacia dónde vamos como comunidad civilizada? Vamos hacia la desigualdad, hacia el descontento y la frustración.
Así se mueren indios Tobas de hambre, se cometen fraudes en elecciones democráticas, desaparecen personas, se secuestran, se matan.
Así vamos hacia políticos cada vez más ricos y menos comprometidos con los que los votaron, hacia fuerzas de seguridad poco preparadas y menos profesionales, hacia sueldos docentes como variable de ajuste, hacia gobiernos que mienten descaradamente en la cara del que hace las compras todos los días y así la lista se vuelve poco menos que infinita.
Y todo son leyes y reglas de convivencia. Todo se remite al estado de derecho. Todo desemboca en las obligaciones y derechos que tenemos sea el lugar que sea que ocupemos dentro de la sociedad.
¿Qué hace falta para alcanzar la utopía?
A mi criterio; ya lo dijo Sarmiento; “Educad al soberano”. Y no es la educación del maestro en la escuela solamente. Es la responsabilidad ineludible de los padres y el compromiso cívico de las instituciones los que mancomunadamente deben apuntar sus esfuerzos y sabiduría para desarrollar este ciudadano; desde su más temprana infancia, empapado de los derechos que le asisten y de las obligaciones.
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