Hay una figura que emerge de las sombras del pasado con la luz propia de los hombres de ideas preclaras y objetivos que siempre superaron los apetitos y las vanidades personales.Una figura que la historia se encargó de subirla al bronce que merecen los que siendo sólo hombres, antepusieron los intereses de la Patria a la mezquindad de las apetencias propias.Necrófilos como solemos ser los argentinos, el próximo 17 de este mes se conmemoran los 158 años que hace que el Gral. dond José de San Martín abandonó la vida para engrosar las filas de los proceres que le dieron a este país institucionalidad y la decencia de llamarnos soberanos. Propongo que en vez de ésa fecha, conmemoremos el 27 de febrero (1778) como sinónimo de su recuerdo, ya que por esos tiempos, en un ignoto pueblito de Yapeyú, en Corrientes, nacía este trigueño de ojos pardos que jalonó con su vida, en beneficio del país, de tantos hechos nobles y altruistas.Toda la vida de San Martín, desde sus primeras experiencias, es un abanico de valores morales y espirituales. No estamos ante un ser perfecto, seguro que tuvo sus errores, pero la magnitud de su estatura moral opacó, hasta desaparecer con el paso irreductible del tiempo, cualquier rasgo que pueda desmerecerlo. Y esta bien que así sea.Desde estas páginas vaya el recuerdo encendido para el Padre de la Patria y el orgullo de saber que nuestra historia se ennoblece con su luz; haciéndole a nuestros lectores una cordial invitación a que lean la vida de San Martín, empapense de su biografía como una forma de concientizar cuán lejos quedaron sus valores de la Nación que hoy nos cobija.
Graciela del Carmen Rubini, Gobernador Mansilla, 9/8/08