A primera impresión uno podría desmentir aquello de VOX POPULI VOX DEI (voz del pueblo, voz de Dios) si haciendo memoria se piensa en un Hitler, en un Mussolini, en un Franco y por estas latitudes, en un Pinochet o aún en una plaza atestada de argentinos vivando a un colorado Galtieri vendiéndonos la irrisoria idea de ganarles a los ingleses; todos ellos permitidos, tolerados y aceptados por las masas y con graves remanentes sobrevivientes.
Ergo, los pueblos también se equivocan. Lo del pueblo soberano, analizado desde la más irreal de las purezas, es aquel que no permite que se lo compre ni engañe. Aquel que elige a sus representantes valuados en su vida política y aún personal, en sus quehaceres, en su compromiso y en sus ideales. Un pueblo soberano es el que “no necesita ser comprado”, que es dueño de su voto al punto de saber que por él elige a quien va a representarlo y que cuidará de sus intereses antes y por encima de los propios. Un pueblo educado y auténticamente libre para no ser sobornado con limosnas antes que con propuestas, para no ser engañado ni humillado. Un pueblo digno es aquel que no permite que nada ni nadie esté por encima de sus valores morales y éticos. Perdón, parece que escribo una pieza literaria, porque estamos muy lejos de ser eso, un pueblo digno eligiendo a sus representantes, tan dignos como sus representados. Misiones fue una isla en medio de un mar de corrupción y vendidos. A esta Argentina actual le faltan décadas de ejercicio democrático como para aprender a no ceder tan fácilmente ante la dádiva o la limosna. Décadas de resurgimiento de una clase dirigente que recupere el verdadero sentido de la política que no es otro que el de servir al pueblo que los puso a donde llegaron para ver que son capaces de hacer con ese voto de compromiso y obligación
No se vea en este comentario una visión negativa, creo que somos un resultado de lo que hemos permitido que hicieran con nosotros.
Hay personas y dirigentes valiosos que aún en medio de tanta borrasca oscura levantan banderas de honestidad, compromiso y lealtad a principios básicos de moral y ética. Si somos o no mayoría creo que eso es irrelevante a la hora de hacer más y hablar menos. De última uno verdaderamente se muere cuando dejan de recordarlo y a los “malos” es a los primeros que se olvida. Un final nada literario para esbozar lo que es estrictamente cierto. Los que creemos que hay otras formas de hacer política seguiremos fieles a esa idea y alguna vez, algún día, que tal vez no veamos, prevalecerán otras maneras que nos elevarán al lugar que nos merecemos como real (y no actual y ficticio) pueblo libre y soberano.
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